jueves, 15 de mayo de 2008

Sobre Sabines


Jaime Sabines, poeta chiapaneco nacido en Tuxtla Gutiérrez en 1926. Escritor descarnado que tiraba a matar con sus palabras, poeta directo sin revestimientos pero de una intensidad poco frecuente. Sabines fue uno de mis primeros descrubrimientos en la poesía, las palabras coloquiales alcanzan su clímax literario si se le conduce sin temor, con claridad y desde luego, con una gran tradición poética (es decir Neruda, Huidobro, Walt Whitman, etc) como la tuvo él. He aquí unos poemas que más me gustan de su autoría y espero que también ustedes puedan acercarse un poco más a sus obras.


Los amorosos


Los amorosos callan.

El amor es el silencio más fino,

el más tembloroso,

el más insoportable.

Los amorosos buscan,

los amorosos son los que abandonan,

son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,

no encuentran, buscan.


Los amorosos andan como locos

porque están solos, solos, solos,

entregándose, dándose a cada rato,

llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor.

Los amorosos viven al día,

no pueden hacer más, no saben.

Siempre se están yendo,

siempre, hacia alguna parte.

Esperan,no esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.

El amor es la prórroga perpetua,

siempre el paso siguiente, el otro, el otro.

Los amorosos son los insaciables,

los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos.


Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.

Las venas del cuello se les hinchan

también como serpientes para asfixiarlos.

Los amorosos no pueden dormir

porque si se duermen se los comen los gusanos.


En la oscuridad abren los ojosy les cae en ellos el espanto.

Encuentran alacranes bajo la sábana

y su cama flota como sobre un lago.
Los amorosos son locos, sólo locos,sin Dios y sin diablo.


Los amorosos salen de sus cuevas

temblorosos, hambrientos,a cazar fantasmas.

Se ríen de las gentes que lo saben todo,

de las que aman a perpetuidad, verídicamente,

de las que creen en el amor como una lámpara de inagotable aceite.


Los amorosos juegan a coger el agua,

a tatuar el humo, a no irse.

Juegan el largo, el triste juego del amor.

Nadie ha de resignarse.

Dicen que nadie ha de resignarse.

Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.


Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,

la muerte les fermenta detrás de los ojos,

y ellos caminan,

lloran hasta la madrugadaen que trenes y gallos se despiden dolorosamente.
Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,

a mujeres que duermen con la mano en el sexo, complacidas,

a arroyos de agua tierna y a cocinas.

Los amorosos se ponen a cantar entre labios

una canción no aprendida,

y se van llorando, llorando,

la hermosa vida.


Me doy cuenta de que me faltas


Me doy cuenta de que me faltas

y de que te busco entre las gentes, en el ruido,

pero todo es inútil.

Cuando me quedo solo

me quedo más solo

solo por todas partes y por ti y por mí.

No hago sino esperar.

Esperar todo el día hasta que no llegas.

Hasta que me duermo

y no estás y no has llegado

y me quedo dormido

y terriblemente cansado

preguntando.

Amor, todos los días.

Aquí a mi lado, junto a mí, haces falta.

Puedes empezar a leer esto

y cuando llegues aquí empezar de nuevo.

Cierra estas palabras como un círculo,

como un aro, échalo a rodar, enciéndelo.

Estas cosas giran en torno a mí igual que moscas,

en mi garganta como moscas en un frasco.

Yo estoy arruinado.

Estoy arruinado de mis huesos,

todo es pesadumbre.


Me dueles
Mansamente, insoportablemente, me dueles.

Toma mi cabeza. Córtame el cuello.

Nada queda de mí después de este amor.
Entre los escombros de mi alma,

búscame, escúchame.

En algún sitio, mi voz sobreviviente, llama,

pide tu asombro, tu iluminado silencio.
Atravesando muros, atmósferas, edades,

tu rostro (tu rostro que parece que fuera cierto)

viene desde la muerte, desde antes

del primer día que despertara al mundo.
¡Qué claridad de rostro, qué ternura

de luz ensimismada,

qué dibujo de miel sobre hojas de agua!
Amo tus ojos, amo, amo tus ojos.

Soy como el hijo de tus ojos,

como una gota de tus ojos soy.

Levántame. De entre tus pies levántame,

recógeme,

del suelo, de la sombra que pisas,

del rincón de tu cuarto que nunca ves en sueños.

Levántame. Porque he caído de tus manos

y quiero vivir, vivir, vivir.

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