Es una pendiente muy pronunciada sobre la que voy cayendo cuando escribo y en vez de emocionarme, tengo ganas de guacarear; mis manos se apresuran a escribir ideas que aún no he pensado y mi esfuerzo consiste en ordenarlas de tal manera que mi disparate no sea tan evidente. Quisiera decir que mis manos Vuelan pero la frase me sale muy fumada, por esos mis manos sólo corren o patalean o ni eso. Y van creando un paisaje descompuesto, como trapiando un piso con todas las ganas de no hacerlo. Días como hoy que no logro detenerlas, parecen dos partes independientes de mi cuerpo. La derecha escribe y la otra se mueve solidariamente. Por eso he preferido, a veces, dictar al silencio de la noche mis pensamientos, re-sentimientos, reflexiones estúpidas, mentadas con nombres, frustraciones, ideas pendejas, etc. Así mantengo cierta cordura (al menos en mis manos) y mi sangre fluye de manera estable. Luego no entiendo nada de lo que escribo. Y diría que no soy yo completamente el que escribe, escriben completamente mis manos. No suena mal. Quiero decir que la culpa la tienen mis manos y cualquier conclusión más o menos profunda a la que pretendan llegar, no lograrán nada. Yo no tengo necesidad de escribir ni creo en la inspiración. Ahorita debería estar durmiendo. Pero el silencio de la noche no está para vociferar estupideces ni frustraciones ni re-sentimientos, etc. Ni mentadas con nombre.
2 comentarios:
Revelaciones, señor. Sus manos tal vez solo se le escapan. Que sigan pataleando...
No sé. Entre pendientes y avenidas, no sé. Eso. No sé.
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